lunes, febrero 15, 2010

O.S.T

Antes de todo, pido perdón a la señorita para la cual, supuestamente, debería estar escribiendo un prometido relato. Desafortunadamente, esta noche no es el momento. Pero tranquila: Llegará.

Hace aproximadamente un año, un día un tanto especial, con un viaje de por medio, en un tren, unos segundos antes de partir… recibí una llamada. Me sacó del tren. Me llevó hasta la villa de Gracia y me metió en un teatro. Me pagó una entrada para ver la versión catalana de un musical que, entonces (y debido al idioma) no entendí.

Sin embargo, yo pensaba que sí.

Antes de aquella llamada, de aquel viaje, de aquel tren,… había tenido unos días muy intensos. Las ironías de la vida habían vuelto a meter de por medio y por enésima vez a mi bienquerido y bienodiado Hotel Reina Sofía. Los acontecimientos que habían sucedido entre las paredes de aquel acristalado edificio me tenían angustiado. Alguien se iba. Yo, me quedaba.

En realidad, sí que entendí el musical. Lo que ocurre es que lo que yo entendí de aquella obra no tenía ni el más remoto parecido con su argumento. Sin quererlo, me había hecho “mi propia película”.

Decidí que quería darle un repaso a esas canciones. Sin embargo, era totalmente imposible conseguir la versión en catalán, por lo que escogí la versión inglesa de una película basada en tal musical.

Escuché aquellas canciones hasta la saciedad. Track tras Track. Prestando atención a cada verso, a cada ritmo pero… seguía sin entender el argumento de la obra en su totalidad. Concebía partes inconexas que, en el momento en el que parecían cobrar un sentido completo… alguna palabra que no tenía cabida en mi fantasioso argumento las volaba por los aires.

Memoricé las canciones, pero nunca las supe entender en su totalidad. Hasta hoy.

Hace casi un mes, en Londres, con alguien, en una moderna videoteca… así, por casualidad, pasando título tras título... encontré la versión fílmica del dichoso musical. La versión original. La versión que en mi país no se vende. La compré. Y hoy ha sido el bendito día en que decidí verla.

Como por arte de magia, aquellas canciones que no entendía cobraron vida de repente. Cada secuencia narraba una parte de la historia, cada encuadre detallaba al máximo la situación, cada plano daba fuerza a mis queridas letras, cada movimiento del actor complementaba el track, agregaba significado. De súbito, lo entendía todo. Cada palabra tenía sentido. Cada imagen se lo otorgaba. Cada encuadre me desvelaba, por fin, el secreto de aquellos versos que tanto habían llenado mi cabeza.
Negrita
Y entonces pensé:

Qué necesaria es la BSO en nuestras vidas. Y qué bonito es contar historias.



[Escrito un día en el que me doy cuenta de que, para entender algo… no solo hace falta escuchar. Hay que ver. Y que no se puede hacer una… sin la otra.]

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Agora xa vas camiño de ser un profesional do teu, rapaz, xa entendiches para que serve.

Anika dijo...

que pro*
que fotos más chulas te sacan!

La Señorita! dijo...

Ya sabes que yo te lo perdono todo, pero no olvido lo que me debes jajajjaa
muaaa