viernes, julio 31, 2009

Viajes y Magia


"La feria de las Maravillas" es un evento anual comunmente conocido por los habitantes de A Coruña como la "Feria Medieval". Este curioso festival, que emula un mercadillo típico de los siglos X-XV, reviste el casco antiguo de la capital herculina con un colorido manto de puestos callejeros donde el visitante puede encontrar los más exóticos menesteres.

Dulces milenarios, tabaco indio, hierbas medicinales.... son sólo algunas de las variedades que el viajero puede adquirir por un precio, a veces, injusto. Sin embargo, entre la enorme cantidad de trastos que invaden los puestos, existe algo que logra captar mi atención mientras paseo las antiguas calles de fría piedra: Los objetos mágicos.

Fue entonces cuando le pregunté a una bruja para qué servían unos péndulos que intentaba vender.

- El péndulo es un canalizador de energía--me explica, nerviosa-. Su función es ayudarte a tomar decisiones... complicadas. De esas que se resisten. Las que no te dejan dar... una respuesta clara.

Ante tal maravilloso objeto, le pregunto ahora por su funcionamiento:

- Debes encontrar la forma de armonizar con tu péndulo... descubrir cuál es vuestra química. Has de que aprender a comunicarte con él.

Sus conocimientos parecían avanzados. Su uso, complejo. Tal maravilloso objeto debía responer a un tipo de hechicería muy avanzada... Sin embargo, no tardé en encontrarlo... inutil.

Instantes después del mágico encuentro, un brazo menudo y muy, muy blanco se cruza con el mío. Ella me sonríe. Y vuelvo a pensar en el péndulo. ¿Para qué lo necesito si te tengo... a ?

Mientras retomamos el camino a casa, recuerdo las palabras de mi maestro cuando escribe que "hay viajes que nunca terminan". Es posible que tal afirmación le parezca al improbable lector de este blog románticamente imposible. No obstante, caballero o señorita, es posible que usted sea, para alguien, uno de estos viajes de los que escribo.

Como ellos:

Nadia, por ejemplo, sabe escuchar.
Ikay, desde el sur, cree a su manera.
Rika me espera en Londres el sábado a las 10,30.
Mike, en norteamérica, me animó a ser yo quien guiara el rumbo de mis aprendizajes.

Amy, en Canadá, me demuestra en cada una de sus cartas que en el mundo todavía existe gente buena, amable y extraordinariamente hospitalaria.
Alexandra Jamriskova, cruzará su camino con el mío en breves (Slovakia soon enough. I do promise this time.)
Jimmy Tang es un neoyorkino que sabe de lo que habla.
Minzhe Chen es un cielo que conocí en algún verano, de algún año, en alguna Irlanda.
Eammon Hearns me regaló una frase y un poema.
Yoko Ueta me acogió en su casa una noche londinense especialmente llena de niebla.


Pili y Eneko... (Lo son, a veces, todo)
Gabi... (mi América Latina de bolsillito y hervidero de soluciones)
Santi... (que me firma sus libros y me enseña "cosas")
Cora... (que convirtió esta "vuelta" en "ida", y viceversa)

Son viajes que han comenzado hace mucho tiempo y todavía no han terminado. Ésta es la más maravillosa de las magias, sorprendentemente real y útil: La de lo sincero, la de lo leal, la de la amistad...

La de los viajes.

¿Quien dice que la magia no existe?
Comienzo a pensar que mi maestro tiene razón: Al final... todo es magia.

viernes, julio 24, 2009

¿Por qué?


La plaza de Pontevedra, reconstruida hace muy poco tiempo por los planos de un imaginativo arquitecto, es uno de los lugares más emblemáticos de A Coruña. Por ella caminan, cada día, centenares (si no millares) de personas. Muchas parecen tener prisa. Muy pocos son los que van tan solo a pasear. Algunos niños juegan en un pequeño parque que hace esquina a la plaza.

Sin embargo, el grupo menos numeroso es en el que yo me encuentro. Por segunda vez en Julio, el sol cura a la ciudad de varias semanas de diluvio imparable. Perdí el autobús. El próximo pasa en 20 minutos. Recuesto mi espalda contra la pared mientras maldigo mi torpeza. A continuación, observo el lugar con mirada perdida hasta que, de repente, un fuerte olor a… suciedad entra por mi demasiado sensible nariz.

Entonces giro mi cabeza a la derecha y:

Me pregunto por qué aquel hombre desprende un hedor nauseabundo.

Me pregunto por qué tiene el pelo, la cara, las manos, los pies… tan sucios.

Me pregunto por qué, a pesar de ser claramente occidental se le podía confundir fácilmente con alguien afroamericano.

Me pregunto por qué está... ahí.

Me pregunto por qué viste una vieja y andrajosa manta, en lugar de una camiseta.

Me pregunto por qué sus pantalones son deportivos y tienen tantos agujeros.

Me pregunto por qué lleva consigo una bolsa de basura en la que aparenta transportar… todo.

Me pregunto porqué ese hombre saca, en aquel momento, una hoja de papel de uno de sus demasiado pequeños bolsillos.

Me pregunto también por lo que, en una letra que parecía minúscula y caligráfica, había narrado ya el indigente.

Saca un boli y me pregunto qué escribirá a continuación.

Y me respondí:

Pues porque nadie le dejó ducharse en mucho tiempo.
Porque, probablemente, habrá trasnochado en sitios calurosos y muy, muy sucios.
Porque nadie le ofreció una cama donde dormir.
Porque nadie le prestó ropa limpia.
Porque no tiene… nada.

Llegó el autobús. Me subí. Él seguía escribiendo.

Fue entonces cuando se me ocurrió que la situación de aquel hombre y la mía no eran tan distintas. Yo no tengo casa fija, y los dos escribimos. Las principales diferencias, pensé, son injustas, imparciales, invisibles... pero definitivamente reales:

La suerte y el dinero.