
...Y,
finalmente, el día había acabado.
Salió de la última reunión con la sensación de haber estado demasiado
ausente. No porque se encontrara
mal, ni porque los
importantes asuntos que se acababan de tratar en el encuentro fueran
incomprensibles para ella. Había
algo que, de alguna forma... la
bloqueaba. Algún asunto
desconocido que le impedía pensar con claridad. Un sentimiento de
pérdida. La sensación de haber dejado algo...
a medias.
Mientras intentaba buscar ese
problema para,

así, intentar
resolverlo, decidió
caminar.
El
edificio estaba totalmente
vacío. A su alcance, en el
inmenso espacio en el que se encontraba, no podía ver a
nadie.
Caminó y caminó. A su paso,
puertas, ventanas,
luces apagadas y todo tipo de objetos decorativos formaban una bizarra exposición. Le
faltaba algo imporante. El
factor sin el cual un edificio no puede ser
admirado: las
personas.
No había...
vida.
Siguió
caminando. Al fondo del corredor había una
puerta de cristal que dejaba entrever las
verdes afueras.
Allí seguro que se encontraría
mejor.
Caminó hacia ella. Cuanto más caminaba, más
grande se le antojaba la puerta. Sin embargo, cuando
llegó a ella...estaba
cerrada.
***
Entonces, en la
pantalla de su ordenador, aparecieron
tres frases:
“Hay algo peor que no terminar un viaje, y es no empezarlo jamás”,
de Amir Klink;
“En algún sitio algo increíble espera ser descubierto”,
de Carl Sagan y
“Cada hombre tiene que inventar... su camino”, de Jean Paul Sartre.
Las leyó con detenimiento. Su mente, cansada, no le dejaba pensar con claridad... Sin embargo, pudo llegar a dos conclusiónes:
La primera:
Como dijo Brzozowski: Qué dificil resulta querer pensar, trabajar (y amar) al mismo tiempo.
La segunda:
Hazlo: Empieza el camino, ¡No te arrepentirás!. Busca, no temas en encontrar la respuesta: ¿Qué... te hace infeliz?