viernes, julio 24, 2009

¿Por qué?


La plaza de Pontevedra, reconstruida hace muy poco tiempo por los planos de un imaginativo arquitecto, es uno de los lugares más emblemáticos de A Coruña. Por ella caminan, cada día, centenares (si no millares) de personas. Muchas parecen tener prisa. Muy pocos son los que van tan solo a pasear. Algunos niños juegan en un pequeño parque que hace esquina a la plaza.

Sin embargo, el grupo menos numeroso es en el que yo me encuentro. Por segunda vez en Julio, el sol cura a la ciudad de varias semanas de diluvio imparable. Perdí el autobús. El próximo pasa en 20 minutos. Recuesto mi espalda contra la pared mientras maldigo mi torpeza. A continuación, observo el lugar con mirada perdida hasta que, de repente, un fuerte olor a… suciedad entra por mi demasiado sensible nariz.

Entonces giro mi cabeza a la derecha y:

Me pregunto por qué aquel hombre desprende un hedor nauseabundo.

Me pregunto por qué tiene el pelo, la cara, las manos, los pies… tan sucios.

Me pregunto por qué, a pesar de ser claramente occidental se le podía confundir fácilmente con alguien afroamericano.

Me pregunto por qué está... ahí.

Me pregunto por qué viste una vieja y andrajosa manta, en lugar de una camiseta.

Me pregunto por qué sus pantalones son deportivos y tienen tantos agujeros.

Me pregunto por qué lleva consigo una bolsa de basura en la que aparenta transportar… todo.

Me pregunto porqué ese hombre saca, en aquel momento, una hoja de papel de uno de sus demasiado pequeños bolsillos.

Me pregunto también por lo que, en una letra que parecía minúscula y caligráfica, había narrado ya el indigente.

Saca un boli y me pregunto qué escribirá a continuación.

Y me respondí:

Pues porque nadie le dejó ducharse en mucho tiempo.
Porque, probablemente, habrá trasnochado en sitios calurosos y muy, muy sucios.
Porque nadie le ofreció una cama donde dormir.
Porque nadie le prestó ropa limpia.
Porque no tiene… nada.

Llegó el autobús. Me subí. Él seguía escribiendo.

Fue entonces cuando se me ocurrió que la situación de aquel hombre y la mía no eran tan distintas. Yo no tengo casa fija, y los dos escribimos. Las principales diferencias, pensé, son injustas, imparciales, invisibles... pero definitivamente reales:

La suerte y el dinero.

1 comentarios:

Hernandez dijo...

Ruben Mato.
Muchisimas gracias por tus consejos, te juro que los pondre en practica en este mismo momento y en lo que concierne al señor tejedor lo vi en una conferencia que dio en la universidad donde estoy llamada
"el comunicologo en la era digital: eres necesario?" creo que no sobra decir que me dejo pasmada.
tienes mucha suerte de haber recibido sus clases, a mi me encantaria.
y vi que te gusta la fotografia, a mi tambien, mi pasion son las fotografias en blanco y negro y aunque aun soy novata publicare algunas cuando reciba mi ordenador ya que se daño.
espero seguir recibiendo tus comentarios y consejos en mi humilde blog.
muchisimas gracias.



Neyda Hernandez.