sábado, octubre 02, 2010

Locus Amoenus


Un mar sin olas

Todas aquellas almas que procedemos de ciudades costeras estamos acostumbrados al sonido de las olas. Un silbido de misterio que nos obliga, si le prestamos la suficiente atención, a sumergirnos por unos momentos en el infinito mar de nuestros pensamientos.

Era de noche, y cuál fue mi sorpresa al cruzar el Gran Océano y sumergir mis pies en la arena de aquella playa.

A primera vista todo semejaba correcto y en su sitio.El arenal lleno de arena, y el mar lleno de agua. Sin embargo, había algo curioso en aquel paisaje. Algo faltaba en el medio de amblas partes.

No había... olas.

Son muchos los que pensarán que una playa sin olas tiene poca gracia. No obstante, aquel paisaje tenía algo que un mar con olas jamás podría conseguir: Un espléndido, abrumante y tranquilo reflejo de la luna llena.

Cuando miré a mi lado, la vi. Tenía el pelo largo. No sabría decir si era de color castaño, o rubio. Ni si aquel peinado tenía rizos, ondas o era completamente liso. Tan solo recuerdo el roce de su brazo en mi cintura y su cabeza reposando sobre mi hombro.

Entonces, mientras ambos nos perdíamos en la infinidad de aquella inmensa luna, le dije:

- Como romántico que soy, tengo ciertos... sueños. ¿Eres tú la mujer que me ayudará a hacerlos realidad? Porque entonces llevo toda una vida buscándote. Y si algún defecto tengo es que soy demasiado impaciente.

Ella asintió.

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