viernes, enero 29, 2010

Mirada


...Sus ojos, cansados y sabios como el diablo eran la puerta de entrada a un mundo que no conocía. A experiencias que susurraban versos melancólicos, a negativos que delataban momentos felices. A instantáneas fugaces, a sueños imposibles...,

...a promesas maleducadas,

a viajes hechos, a viajes "haciendo" y a viajes por hacer.

Todo aquello y mucho más se encontraba allí. Detrás de esa mirada que se metía dentro de sus pensamientos y le desarmaba, le descubría, le delataba, le advertía que no estaba solo y, por suerte o por desgracia, también le amaba.

[Escrito en una noche de estrellas inciertas e inmesurables que reflejan un futuro lleno de borrosas miradas y nuevos ojos por descubrir.]

lunes, enero 25, 2010

Prólogo - Cuando menos te lo esperabas...


Estaba anocheciendo.

Todavía era invierno, por lo que las calles no paraban de llenarse con gente que salía de sus trabajos dirigiéndose a dondequiera que fuesen después de un día normal. Marcos estaba contento, había cogido el tren a Barcelona en busca de algo que hacer. Era la semana blanca. El período de descanso antes del ajetreo de los exámenes.

Plaza Cataluña estaba como siempre. La gran fuente seguía echando agua, las palomas seguían pululando por el centro del lugar y un sin fin de taxis cruzaban sus límites dirigiéndose a sabe dios qué destinos. Una blanquecina luz daba a entender que ya no era tan de día mientras las farolas, que recorren la plaza, se prendían tímidamente en anaranjadas luces y el vestuario de sus sombras comenzaba a mudar de ropa.

No obstante,… Marcos notaba algo extraño. Era la primera vez en mucho tiempo que bajaba a Barcelona en un día laboral. Los exámenes de la universidad lo tenían muy frustrado y necesitaba relajarse. Fue por esa tardanza, quizá, que le llamó tanto la atención redescubrir el pintoresco cuadro de gentes que, a ritmos desiguales, iban recorriendo el corazón de la ciudad.

Los más perdidos y relajados eran, evidentemente, los turistas. En Barcelona siempre hay turistas. Siempre. Da igual el día o la hora.

Algunos te miran altivamente a través del objetivo de su cámara como si esperaran el momento oportuno para dispararte, tal cual es el caso del grupo de alemanes que están caminando por Portal del Angel en estos momentos. Otros, simplemente pasan desapercibidos, como aquella pareja de jóvenes, delatados por el mapa de la ciudad que llevaban en sus manos, una mirada que se enamoraba de Barcelona y el turno que aguardaban a los pies de la oficina de turismo.

¿Qué sería de Barcelona sin sus hombres de negocios? Se los ve salir normalmente de alguno de los grandes hoteles de 5 estrellas que pueblan los albores de Catalunya, Passeig de Gracia, Las Ramblas, Gran Vía… o de las importantes entidades financieras que se alojan en la propia plaza: Caja Madrid, el Banco de España, La Caixa… para meterse de lleno en un taxi de tintes neoyorquinos o, como el hombre que acaba de cruzar el semáforo del Zurich en rojo: aplastándote, para luego saltar sobre la boca del metro.

Mientras Marcos ponía mala cara y sospesaba el daño de su hombro con su otro brazo, una figura lo miraba atentamente desde los asientos metálicos del café más famoso de todo el Eixample. El joven, que no parecía tener más de 20 años, resopló una última bocanada de humo procedente de su cigarrillo negro y, sin tirar la colilla todavía, le pagó al camarero 10 euros por un café y una palmera de chocolate. Puso cara de resignación, como si no le quedara más remedio que irse. “Quédese con la vuelta”, le dio tiempo de soltarle antes de coger su bolsa de viaje, meter de nuevo la cartera en el bolsillo del pantalón y dirigirse, con paso decidido, hacia la boca de metro, donde Marcos estaba todavía cagándose en los músculos del hombre de negocios.

- Eso te pasa por no mirar por donde andas.

Marcos miró rápidamente hacia ambos lados de la calle, preguntándose si aquella persona se había dirigido a él o si caminaba alguien más a su alrededor.

No era un hombre de negocios, ni un alemán viajero. Un chico de unos 20 años, ligeramente más alto que él, le estaba mirando con cara seria y ojos divertidos mientras tiraba una colilla negra al suelo y, con aire resignado, soltaba:

- Debería dejar de fumar…

Marcos se quedó estupefacto ante el cambio de tema. Aquel joven le hablaba con una inusual confianza en un desconocido. Quizá se conocían de algo. Educado como solo él sabía ser, preguntó:

- Disculpa, pero… ¿Nos conocemos?

Por una décima de segundo, la cara del desconocido pareció tornarse en una mueca de ofensa, pero rápidamente soltó una tímida risa nerviosa y se pasó la mano por el cuello, colocándose su pelo, rubio paja. Mientras hacía esto, un colgante con forma de letra asiática brilló ante el movimiento del brazo. Marcos se quedó mirándolo. Le sonaba de algo… pero no sabía de qué.

- ¿Te gusta? – soltó melosamente el joven, eludiendo la pregunta.

- Si… creo haberlo visto en alguna otra parte.

Esta vez, la cara del desconocido se tiñó de cautela.

- Quien sabe… por esta zona debe haber muchas tiendas de turistas.

Marcos reparó en la curiosa bolsa de viaje que portaba su interlocutor. El cuero marrón le otorgaba un tinte antiguo, a pesar de que la bolsa parecía estar en perfectas condiciones.

- ¿Estás de viaje?

- ¡Si! Ehm… bueno, supongo. Acabo de llegar, vaya. – murmuró el desconocido, un tanto inseguro de la respuesta.

Marcos estaba totalmente perdido. Como siempre le decía su amiga Ana, escritora, estas cosas solo le pasaban a él. No podría contar, ni con todos los dedos de su cuerpo juntos, cuantas personas había conocido en el metro aquella semana. Era como si tuviera un imán. No obstante, aquel joven, de su edad, parecía agradable e interesante, y ante tal insegura respuesta, le preguntó:

- Y… ¿Cómo has llegado?

- Volando – respondió el desconocido, ahora sí, seguro de la respuesta.

- ¡Oh!–soltó Marcos. Le encantaban los aviones-¿Has llegado al Prat?

De nuevo, la extrañeza.

- ¿Eh? ¿Al Prat…?

- Si, el aeropuerto– respondió Marcos con cara de suficiencia--. ¿Quizá a Girona?

- ¿Aeropuerto? ¡Ah! No… no. He aterrizado aquí mismo. En la plaza.

Aquello ya se estaba pasando de vuelta y media. Marcos soportaba muchas cosas, pero no podía aguantar que lo vacilaran de tal manera. En la plaza. Claro.

- Ah… -- soltó, con los ojos muy abiertos, como quien le da la razón a un loco--Ya veo. Cuidado con las palomas cuando vuelvas a despegar. Disfruta del viaje.

Marcos se giró de nuevo y echó a andar hacia la plaza, girando la cabeza en señal de enfado. En realidad, no había por qué enfadarse. Pero estaba de exámenes. No tenía tiempo que perder con viajeros desconocidos que aterrizaban en Plaza Cataluña a las 5 y media de la tarde. Mientras esperaba al siguiente semáforo se preguntó de dónde sería aquel chico. Su español era bastante neutro, y a pesar de que Marcos se había recorrido una gran parte de la península, no conseguía adivinar de donde podía venir…

Entre que le daba vueltas a la cabeza, el semáforo se puso en verde… y de nuevo en rojo. El curioso personaje que había dejado atrás avanzó de nuevo, arrastrando con él su bolsa de viaje y dando la vuelta al Zurich. Ya era de noche, por lo que la pálida piel del muchacho contrastaba con sus ojos, de un marrón especial… un marrón anaranjado. Un ambar que miraba con una curiosa intensidad. Como si viera más allá de lo que era capaz de reflejarse en sus pupilas.

- Vaya, realmente pareces despistado hoy, Marcos. Los exámenes te tienen aturdido…

A Marcos se le paró el corazón por tan solo unos segundos. Abrió mucho los ojos. La situación estaba llegando demasiado lejos. En su tan bien organizada y segura mente comenzaron a llover preguntas y más preguntas. ¿Quién era aquel individuo? ¿Por qué demonios sabía su nombre? Y, lo más importante de todo… ¿Cómo era capaz de saber que tenía exámenes?

- Me llamo Charles – Contestó el viajero, entornando sus ojos y poniendo un marcado acento inglés en su nombre. Seguidamente extendió la mano.

Marcos la rechazó, por lo que el joven viajero acabó retirándola con una expresión de impaciencia. “Vaya, un inglés”, pensó Marcos. “Debe llevar bastante tiempo en España, para tener tanta idea de castellano”.

- ¿Y por qué sabes mi nombre?, emprendió con furia el joven estudiante.

- Porque lo he escuchado – Dijo con parsimonia el tal Charles, entornando ligeramente sus ojos.

- Pues no recuerdo haberlo dicho en ningún momento. – Se aseguró Marcos, tras meditarlo por unas décimas de segundo.

- Ciertamente. No lo has “dicho”. No por la boca, al menos.

Tras esta última frase, el tal Charles sonrió. A Marcos, esa sonrisa se le antojó sincera. Sin embargo, no podía dejar de tener cuidado. Tenía que huir de allí lo antes posible. En aquel momento, el semáforo volvió a ponerse en verde. Lo mejor sería coger el metro en Urquinaona y hacer el trayecto inverso hasta Catalunya, a ver si así lo perdía de vista.

- Ahá. Vale. Oye, me tengo que ir a casa, mis padres me están esperando desde hace rato. – Mintió Marcos, mirando al reloj y comenzando a cruzar el paso de cebra.

- Yo de ti no…

Una luz cegadora delató, de repente, un coche acercándose a gran velocidad. Marcos alejó la vista de su reloj para darse cuenta, un segundo tarde, de que en la carretera había un coche que estaba a punto de arrancarle la vida. Lo último que vio antes de perder el conocimiento fueron dos ojos de color ambar entre los faros del coche y él. Unos ojos que resplandecían de tranquilidad y que, de alguna forma que el pobre estudiante no se supo explicar, le dijeron:

- No te preocupes.


[Espero que continúe. Me gustaría, pero no prometo nada...]

viernes, enero 22, 2010

Momentos de Transición


Frustración narcotizada.
Ganas de conseguirlo todo... sin dar nada a cambio.
Viajes inesperados.
Ganas de huir, de nuevo, allí... ¿Para siempre?

Viajes... ¿Erróneos?
Ilusiones... ¿Dormidas?
Estrellas... ¿Alejadas?
Responsabilidad... ¿Traidora?
¿Dónde están... mis valores?


¿Qué es, Quién es?
¿Dónde?
¿Cómo?
¿Por qué?


De nuevo, de nuevo: vuelvo a buscar preguntas.

[Empiezo a pensar que estoy en fase de transición: mi vida ha dejado atrás un régimen dictatorial y, ahora, se está convirtiendo en un estado social, democrático y de derecho.]