miércoles, diciembre 30, 2009

Azul

martes, diciembre 22, 2009

Lo que la lluvia se llevó


Lluvia.
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Amante del bosque, infiel a los humanos.

Arrasa con las calles. Retumba sobre las aceras de Galicia y murmura suavemente en La Rambla de Catalunya. Vacía los parques. Emborrona la ciudad. Castiga sin piedad las almenas del castillo. Hace que te caigas y que te duela. Hace que te levantes. Que te mojes. Que te atrevas a salir. Te reta a combatir tempestivas enfermedades y a descubrir nublados paisajes. Es portadora de magia, vida y, a veces... muerte.

Nutre las raices, cuece la verdura.

Te empapa de esa amarga sensación que se mueve entre el calor que proporciona tu abrigo y el frío que se cuela entre sus pliegues. Te advierte, te sugiere, te miente. A veces es visible, otras solo llovizna. No juega, pero siempre gana. En ocasiones se la escucha venir. Otras, es silenciosa.Comienza, para..., mas siempre vuelve.

Tienes todas las de perder.
Y aun así:

¡Déjate llevar!
Camina por las calles mojadas, es un excelente ejercicio de equilibrio.


(...)Y también es vida aunque,
a veces,
como a mí me ha pasado hoy,
te roba el alma.

[Escrito en una Galicia muy conocida. La de los zapatos mojados, los interminables minutos bajo un portal y, en definitiva, la que llueve vida camuflada de recuerdos.]

sábado, diciembre 05, 2009

Posdata: Lo Siento


Como si de una novela se tratara. Allí estaba él, sobre un cómodo sofá en la cafetería más internacional de Barcelona. Escudriñaba el cristal que le convertía en mero maniquí a ojos de los que aquel día caminaban la sinuosa calle del Carrer Comptal. Mientras, sorbía café.

Sus pasos le habían conducido allí casi sin pensarlo. Había llegado a Plaza Cataluña en tren, la había cruzado en linea recta por Ronda de San Antonio y había llegado a Urquinaona. Nada fuera de lo previsto. La ciudad estaba como siempre. Ni un solo cambio, a excepción de la neblina azul que se forma en otoño a esas horas de la mañana.
Llegados a este punto, se le ocurrió la magnífica idea de mirar el reloj. No le faltó tiempo para apreciar que tenía una hora de margen antes de que inexpertos caballeros en temas de Hardware y Software se dispusieran a escucharle con atención, curiosidad y profundo agradecimiento.

No lo pudo evitar.

En el mismo momento en el que vio los números del reloj, fue consciente de dónde se encontraba: En el cruce de San Antonio con Vía Laietana. O lo que es lo mismo, a escasos metros... de él (otro).

Aún con su móvil en la mano, puso en práctica la valiosa habilidad de su pulgar tecleando un aséptico mensaje. Una situación imprevista, una hora límite y un lugar determinado.

Aquel lugar.
El sillón donde ahora se sentaba había sido, precisamente, el testigo de su primera y, hasta el momento, última despedida. Un beso mal dado había sellado una mañana repleta de conversaciones amenas y momentos interesantes. Por aquel entonces, el sol todavía exprimía a hostias las lágrimas de sudor que tenía uno en el cuerpo.

Entonces habían hablado del tiempo, de sueños televisivos, de las expectativas del nuevo curso académico y de alguna que otra ambición incierta. También se habían prometido momentos por compartir, perpetuando así el ritual del primer encuentro. (¿Por qué no vamos a...?, ¡Tenemos que...!)

El climatizador automático de la cafetería del Carrer Comptal era lo único que mantenía aquel sillón en la misma temperatura. Fuera, el paisaje se adivinaba radicalmente diferente. Mientras "aquella vez" las sombras habían bañado de respiro los castigados balcones del Carrer; un azul pálido, casi blanco, era el que ambientaba ahora el barcelonés scenario: Toda la ropa que se pudiera llevar encima era poca para resguardarse de un frío de esos que le arañan a uno hasta los ojos.

No venía.
Miradas perdidas caminaban sobre la ruta de escaparates que se extendía a lo largo y estrecho de la lozana calle. Hombres altos, rubios y de ojos azules consultaban complicados mapas con la mirada que pone alguien a quien le acaban de quitar un caramelo de la boca.
Seguía sin aparecer.
Muchachas de pinta inocente y abrigo largo; cruzaban la calle luciendo una mirada que desafiaba hasta al mismísimo suelo, mientras hacían lo posible para que sus carpetas, tatuadas con los escudos de las mejores universidades de españa, no se resbalasen entre sus entumecidos dedos.
No... entraba por la puerta.

Pero vaya... ¡Tampoco tenía por qué hacerlo! Era un chico ocupado...-se decía. Siempre tenía cosas que hacer. Debía tener tiempo para los estudios, las prácticas, las largas horas de tren que le devolvían a su casa... Para sus amigos, para sus amigas, para conciertos, para pasar días sentado en casa, para su familia, para los líos que confesaba tener, para desconocidos...
Era... ¿Comprensible?
Tenía tiempo para todo. Menos para él.

Eso podría resultar comprensible. Al menos más que el hecho de recibir llamadas disculpándose por no aparecer, pero repitiendo la jugada de nuevo al cabo de unas semanas.

Lo que nuestro protagonista hizo entonces les resultará a muchos curioso, paradójico, lamentable, rastrero e inmaduro, pero oh... qué demonios, ni el amor ni la amistad entienden de valores, cuando se sienten abandonados.
Un año después de "aquel día", el café que estaba sorbiendo yo, en Carrer Comptal, en ese momento... se estaba bebiendo su última oportunidad: una de esas que se le antojan a uno más injustas que las anteriores.

Cuando la situación inesperada se agotó, el tiempo se acabó y abandonaba el lugar... tomó la decisión más dura que jamás había tomado. Decidió que lo "desconectaría", evidenciando así la triste facilidad con la que, hoy; gracias a eso que llaman web 2.0 se puede eliminar a alguien,... si no de tu vida, sí de tu vista.

Sí, se sintió lamentable, rastrero, inmaduro, y hasta culpable. Hasta creyó sentir una lágrima resbalar por su corazón.

No obstante,

A pesar de que haya viajes que nunca terminan...
Hay otros que, no se sabe por qué (o sí), comienzan... y acaban.


[Escrito el 08 del 12 del 09 en una Barcelona azul, un día en el que, después de todo un año, me harté de tragar nubes de impaciencia]

Posdata: Lo siento.